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No es hora de dormir, pero te leemos un cuento 📖

Sábado 20 de abril de 2024

[Fruta]

¿Nos hace falta una J. K.? ¿De verdad? ✍🏻

 

 

«Una mujer juiciosa, dilijente i relijiosa es el alma de toda una casa» 🤦

 

No es que nos falló el corrector automático y la editora humana de textos: estamos en 1865. Venezuela acaba de salir de su guerra civil más terrible, el sabio Andrés Bello se nos está muriendo lejos, en Chile, y con él fallecerá la idea de un castellano de reglas más simples. Seguro cuando eras niño te preguntaste: ¿por qué escribimos una “y”, si suena como una “i”? Es una etapa de preguntarse cosas. Un señor llamado Amenodoro Urdaneta, hijo del prócer Rafael Urdaneta y nada ajeno al rollo político, escribe el primer texto literario venezolano para niños, o al menos el primero que sepamos que existe: El libro de la infancia, por un amigo de los niños, y en 2024 lo podemos leer completico en una pantalla.

 

Sí, el libro seguro tiene sus corsés, incluso sus micromachismos —con el lente del siglo XXI—, y tampoco hay dibujitos para colorear. Aunque por momentos, Amenodoro se atreve a salir rueda libre con su pluma: «No vayais a malgastar vuestro tiempo i vuestro saber en unas obras tan fútiles», advierte con sorna a los haters del mundillo cultural venezolano, que ya entonces los había, antes de regalar una sección de fábulas en verso: los llama «juguetillos».

 

Y allí ya hay una pequeña revolución, tan o más importante que las que desangraban en los campos de batalla a godos y liberales: «No esperes (de los niños) que aprendan nada de un libro, sino que simplemente los lean y los disfruten», como nos recuerda el investigador Fanuel Hanán Díaz en esta entrevista de Cinco 8.

 

«¿Cómo te atreves, desgraciado? Después de que te he recogido, que te he vestido, que te he alimentado, que te he salvado la vida… ¿En qué forma piensas corresponder a mi generosidad? Malagradecido, malcriado: eso fue lo que aprendiste con esos vagabundos de los zamuros» 🐯

 

El pájaro Cucarachero, que vive bajo esclavitud moderna a cambio de un sueldo invisible, le plantea humildemente a Tío Tigre recuperar su libertad y autosuficiencia. Antonio Arráiz recopila sus cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo en 1945 (curiosamente no es tan fácil conseguir las versiones originales, fuera de alguna tesis de grado): llevó los grilletes en los pies en la dictadura de Gómez, y entre líneas se intuye la sátira de un líder autoritario de ayer y de siempre. ¿Son cosas aptas para un niño? Pregunta de mamá y papá angustiados.

 

La verdad es que por las manos de un niño curioso puede pasar —y con frecuencia pasa— prácticamente cualquier libro. Que entienda todo los matices, ya es otra cosa, pero algo va quedando de sedimento cívico. Muchos de los libros que nos pidieron leer en el colegio no fueron realmente concebidos para niños, nos recuerda este repaso de María Elena Maggi: el Panchito Mandefuá de José Rafael Pocaterra, las Memorias de Mamá Blanca de Teresa de la Parra o el El mago de la cara de vidrio de Eduardo Liendo. Pero alguno de esos personajes merecería tener su estatua en una plaza pública venezolana, así como Mafalda o el Principito (💡idea💡).

 

«Creo que voy a dormir. Y ustedes, los trompeteros, ¿dónde duermen? El trompetero grande, distraído con un coquito brillante, contestó: —Ahí mismito, en esa mata de sekunwarai» 🌳

 

Aquí puedes ver un pedacito de El rabipelado burlado (o escucharlo como podcast). Un cuento pemón adaptado en 1978 que marca un antes y un después: es el primero de la ya legendaria colección ilustrada de Ediciones Ekaré, a su vez una iniciativa que surge del Banco del Libro de Caracas, una de esas grandes obras de la democracia de las que poco se habla (concreto armado para el alma). Por cierto, hubo un rabipelado real que visitaba el galpón donde funcionaba un banco del que no se saca dinero, sino historias.

 

Ekaré, a su vez, puede verse en una línea de continuidad de pioneros de una literatura genuinamente infantil, como Rafael Rivero Oramas, el creador de revistas como Tricolor y el autor de La danta blanca (1965), quizás la primera novela de aventuras para adolescentes de nuestra literatura, u Orlando Araujo, el papá del personaje Miguel Vicente Pata Caliente (1971), un limpiabotas en cuya caja de herramientas entran por igual el realismo social y la fantasía más desatada.

 

¿Hace falta un fenómeno como J.K. Rowling para que se conozca mucho más nuestro notable corpus de literatura infantil y juvenil? Tenemos nuestra propia realidad, es lo único que podemos contestar a tu curiosidad, la que nunca perderás si sigues siendo un niño o niña en cuerpo grande. Aquí te dejamos una gotica para divulgar (y jugar con) un tesoro de letras y dibujos más profundo de lo que suponemos.

 

[Caña clara]

Este pequeño gran mundo 📖

Mireya tiene siete libros publicados: Gato Encerrado, Cuentos para Leer a Escondidas, Cuentos Prohibidos por la Abuela, No Abrir hasta el Año 3.000, La mano de mamá y La cabeza de Tomás.

 

Éramos niños: por sugerencia de una maestra, un hermano, mamá, o La Providencia, cayó en nuestras manos nuestro primer libro. Leímos y soñamos, reímos y lloramos. Probablemente no lo olvidamos. Ese día, encontramos en un espacio externo a nuestra cabecita un montón de letras que nos contaban el mundo afuera y adentro. Y ese recuerdo quedó atado a nuestras memorias. Conversamos sobre este primer amor con Mireya Tabuas, escritora, periodista y profesora universitaria venezolana viviendo en Chile, autora de siete libros de literatura infantil:

 

📚 El pequeño lector «imaginario»:

 

Una cosa es hablar de «libros para niños» y otra muy distinta es hablar de «literatura para niños». Creo que esa diferencia es fundamental. Publicaciones dirigidas al mundo infantil hay muchas: algunas tienen una función casi estrictamente didáctica, recreativa y comercial, pero no hay una búsqueda mayor por parte del autor.  Esos son libros para niños pero no son literatura. Como tal, la literatura infantil y juvenil tiene una búsqueda estética y de sentido, tiene profundidad y la maravillosa virtud de que puede ser leída por niños y adultos y ser disfrutada por ambos grupos de edades. Es una literatura que tiene, si se quiere, capas. Su sencillez es aparente; es sencilla pero no simple. 

 

Como escritora suelo tener un lector imaginario, ese otro al que le cuento la historia. En mi caso puedo diferenciar emocional y narrativamente cuándo le escribo a un adulto y cuándo a un niño.  No te voy a hablar de una técnica específica para cada uno de estos públicos. Es más bien —en mi caso, insisto— algo intuitivo. 

 

📚 Dos cucharadas de complicidad:

 

En literatura no me gusta dar recetas, porque la literatura es más compleja y difícil de reducir a tips. Sin embargo, y aunque pareciera que me contradigo, creo que hay varios elementos que acercan a un niño a la lectura: uno de ellos es el humor; otro es la aventura, otro más es el lenguaje.  

 

Por ejemplo, a los niños más chiquitos les gustan mucho los juegos de palabras; a los preadolescentes les encanta cierta irreverencia, ver reflejados los sinsabores de su edad... ¿Por qué tenemos un libro de la infancia que no olvidamos?  Porque la buena literatura infantil —y yo extendería eso a otras artes— es cómplice, nos revela verdades del mundo y de nosotros, llega a un lugar de tu alma de una manera profunda e imborrable.

 

📚 Picardía (y la vida misma) para llevar:

 

Todos esos cuentos clásicos, por ejemplo, los de los hermanos Grimm o Hans Christian Andersen, han influido en la literatura infantil latinoamericana, pero hay otras influencias también. Se ha estudiado que la figura del pícaro es muy común en nuestra literatura para niños, y el mejor ejemplo aquí es Tío Tigre y Tío Conejo, personajes de la narrativa infantil venezolana, que además están asentados (con sus diferencias) en otros países de Latinoamérica y que también vienen de la tradición africana y de la picaresca española.  

 

Tenemos también nuestros clásicos basados en relatos orales de los pueblos indígenas (y en eso editorial Ekaré es un referente importante). Hay otros personajes populares, como el niño de la calle y el niño trabajador, que ya forman parte de nuestro imaginario literario. El mejor ejemplo es el cuento De cómo Panchito Mandefuá cenó con el niño Jesús, de José Rafael Pocaterra, originalmente publicado en la segunda década del siglo XX (es decir, hace cien años) en un libro de cuentos para adultos (Cuentos grotescos), pero que fue adoptado por la literatura infantil.  

 

📚 Espacios que nacen:

 

Desconozco un poco el panorama actual de las ediciones para niños en nuestro país, porque muchas editoriales de libro infantil dejaron de existir (como el caso de Camelia) o de publicar en Venezuela (como Ekaré que creo que ya solo publica en el exterior). Aunque están empezando a nacer nuevas editoriales dentro del país, como Ediciones Curiara, por ejemplo. Además, venezolanos en el exterior están llevando a cabo tremendos proyectos editoriales para niños, como el caso de María Fernanda Paz Castillo y su editorial Cataplum, en Colombia, que se acaba de ganar el premio a la mejor editorial para niños de Latinoamérica y el Caribe, en el Festival de Bologna.  

 

Creo que lo importante es hallar lectores y hay que buscar los modos de llegar a ellos. Por ejemplo, en pandemia, creé una serie de libros digitales llamada «Cuentos sin corona». Lo hice para ayudar a padres y maestros a que tuvieran materiales en esos meses sin salir de casa, esos meses de educación virtual. Pues resulta que en muchas escuelas en Venezuela, y algunas en Chile, aún se leen esos cuentos y han servido de compañía a muchos niños, niñas, adolescentes, sus familias y escuelas.  

 

Lee la entrevista completa en nuestro blog.

 

[Melao]

🪁 Desde hace más de dos décadas, la Fundación BBVA pone a volar la creatividad de los chamos con el Programa Papagayo. La iniciativa apunta al fortalecimiento de valores esenciales para la convivencia social, mediante la lectura y escritura creativa. Entonces, ofrece herramientas y estrategias pedagógicas para que los docentes de 4º, 5º, y 6º grado, tanto de escuelas públicas como privadas, las apliquen en sus aulas.

 

🗣 ️En tres comunidades populares de Cumaná (Sucre) suena el Arrullo Lector de la psicóloga Diana Barráez, quien dedica un sábado al mes para leerles cuentos a los niños, con meriendita y cambalache de libros incluidos. A través de su proyecto, busca contagiar el disfrute por la lectura y mostrar que no es una actividad que se limita únicamente a las asignaciones escolares, sino que también puede ser un momento de goce y encuentro con la familia.

 

🐎 Con mi mulita merideña voy camino a leer. Desde 2010, algunas comunidades rurales de Mérida tienen su propia biblioteca móvil: la Bibliomula. Como su nombre lo indica, la mula carga diversos libros infantiles en su alforja, la cual cuenta con bolsillos de plástico para que los niños puedan apreciar las portadas y así elegir el libro que más les llame la atención. Una vez termina la hora del cuento, se organiza un juego a partir de lo narrado y luego, para cerrar con broche de oro, un breve paseo en la mula.

 

🏛️ A pesar de la crisis política, social y económica, una pandemia y el declive de la industria editorial venezolana, el Banco del Libro (Caracas) se mantiene firme en su propósito de promover la literatura infantil y juvenil en español. Además de reconocer por más de 40 años a los mejores libros para niños y jóvenes y tener una librería especializada en esta categoría, ofrece actividades como “La hora del cuento” los sábados a las 11:00 am y también organiza el intercambio de libros en el Club de lectura.

 

 

Archipetaquiremandefuá:

su vocablo favorito,

que era panegírico, ironía, apelativo

—todo a su tiempo—.

 

 

De cómo Panchito Mandefuá cenó con el niño Jesús, de José Rafael Pocaterra 👦🏾

 

 

Guarapita, un destilado de