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Un trago dedicado a los maestros venezolanos 🍹

Viernes 9 de febrero de 2024

[Fruta]

Mi maestra tan bonita

 

 

🍎🏫✏️

 

Te aguantaron el mal humor por tener que madrugar para ir al colegio. Te llevaron de la mano en tu infancia y adolescencia para guiarte. A veces podías tener tus encontronazos con ellos, pero siempre predominaba la empatía y la preocupación por tu bienestar. Y no, no hablamos de tus padres. A pesar de que es una profesión bastante golpeada en nuestro país, todos atesoramos en nuestra memoria a los maestros que, de una u otra forma, nos enseñaron valiosas lecciones para recorrer este camino que llamamos vida.

 

Una de las primeras cosas que aprendió Leoner es que lo gratis no existe. Cuando era un dulce bebé de preescolar, no conocía el concepto de «deuda». Lo que sí sabía es que la profe Magaly, en vez de pagar de inmediato lo que se comía en la cantina, pedía que se lo anotaran en su cuenta.

 

El pequeño Leoner vio una oportunidad para no gastarse el dinero que le daba su papá. Entonces, lo que consumía también iba a la deuda de su maestra. Su plan de ahorros eventualmente fracasó, pero agradece que Magaly nunca le cobró intereses (y que tampoco lo regañó).

 

Sofía, por su parte, recuerda con especial cariño las clases de lectura de la maestra Flor. A diferencia de otros niños, ella no aprendió con Mi Jardín. Tampoco lo hizo en un salón de clases. Tenía la ventaja de que Flor era su abuela. «No lo recuerdo bien, porque estaba muy chama, pero ella me contaba que agarraba cartones viejos para pintar las letras y luego se sentaba conmigo todas las tardes para enseñarme cómo se pronunciaban», cuenta.

 

Como era muy pilas, pronto aprendió a identificarlas fuera del cartón. Escribirlas tampoco se le hizo complicado, gracias a las lecciones de su abuela. Aunque Flor ya no está, Sofía espera convertirse en tan buena maestra como ella y, con suerte, contagiarle su amor por los libros a sus futuros alumnos.

 

Han pasado años desde que Johanna dejó atrás primero y segundo grado, pero todavía piensa en su profe Jazmín. La describe como una mujer dulce, aunque con mucho carácter, que no solo le enseñó letras y números, sino también a superar su timidez. «Ella siempre estaba atenta a que participara en las actividades grupales y me ayudaba a acercarme a los niños, o a intercambiar chucherías. Una vez me dio mucha pena participar en un intercambio y ella lo hizo conmigo y me dio un chocolate a cambio de mi Club Social».

 

Hay casos en que la figura del maestro se convierte en un amor platónico, si acaso no el primero. La profe Diana fue el crush de Javier durante tercer grado. Cada vez que la veía, no hacía más que reír y desviar la mirada. Acercarse era difícil y hablarle todavía más, lo cual es bastante complicado si te toca convivir todos los días en un salón de clases. Si lograba darle un detallito –con su respectivo besito en el cachete– se sentía como todo un campeón.

 

Esa visión idealizada incluso puede ayudarte a descubrir detalles de ti mismo. Luisa compara a su profe de segundo grado, Patricia, con la maestra Miel, de Matilda. «Más que pedirle que me adoptara, quería que se casara conmigo», confiesa entre risas. Su mamá no era muy diestra con el cepillo, así que la profe Patricia se ocupaba de peinarla cada que podía. «Era una Barbie. Rubia, ojos azules, muy alta —aunque yo estaba muy chiquita, así que no confío—. Pasarían muchos años para que saliera del clóset, pero siento que sentó un patrón en mis gustos: catiras y buena gente con los niños».

 

Así no fuera tu primer amor, seguro algunos de tus maestros no solo se quedaron como esa figura de autoridad dentro del salón de clases e hicieron de protectores, confidentes, amigos... A todos ellos: muchas gracias.

[Caña clara]

Complicidades con la cantinera

Pastelito, tequeño, cachito, empanada, ponquecito… ¿qué le queda?

 

🧃 Mientras sonaba el «Gloria al Bravo Pueblo», ella ponía a freír los pastelitos. El momento que más le gustaba del año era cuando los chamos cantaban el Himno al Árbol. No porque le diera chance de freír más pastelitos: «Simplemente me encantaba, era un mometo muy bonito». Durante una época de su vida, Karelys fue la cantinera del colegio Rondalera (San Bernardino, Caracas), y nos echa algunos de sus cuentos:

 

🥐 «Los primeros que salían al recreo eran los de bachillerato, de 9:15 a 9:30 am. Me tenían mucha confianza y se abrían, decían mi nombre mil veces en 15 minutos. Me contaban cómo iban sus clases a lo largo de la mañana y poco a poco fui haciéndome parte de su día a día. Luego venían los de primer, segundo y tercer grado, que a veces eran un poco penosos, y finalmente, los de cuarto, quinto y sexto grado, que son los más terremotos. Siempre compraban un jugo, aplastaban el envase y se ponían a jugar, antes de que los regañaran. Mi momento preferido era un juego llamado Veneno. La coordinadora de primaria contaba una historia y si en algún momento decía la palabra veneno, todos los chamos debían salir corriendo, y era muy divertido ver a los que no reaccionaban».

 

🍌 «Había una niña que no quería o no podía comer jamón. No recuerdo bien. Solo me quedaba una empanada de jamón y queso y me hizo sacar todo el jamón, pedacito por pedacito, para que se la pudiera comer. Con todos los niños fui muy consentidora. Siempre querían que tuviera la torta de chocolate, era su favorita. Había días en los que llegaba con un problema personal, sintiéndome realmente mal, pero los niños me abrazaban y me tenían tanto amor que me llenaban de una energía muy linda. Soy mamá de un chamo de 10 años y el colegio me hizo crecer como mamá, al entender todas las etapas de la niñez y adolescencia».

 

🍰 «Es cierto que los niños ahora son un poco más sedentarios, porque pasan mucho tiempo frente a un teléfono o una tablet. En el colegio, los alumnos de bachillerato tenían una regla no escrita para evitar usar el celular en los recreos. Casi todos los los niños ahora llevan sus propias meriendas para economizar, pero cuando iban a mi cantina, todo estaba fresquecito, hecho en el día. Prácticamente no había alimentos empacados, trataba de que tuvieran siempre frutas y yogures. Y pastelitos. En ninguna cantina pueden faltar los pastelitos».

[Melao]

 

Para aprender no hay edad, pero sí mucha voluntad. Como la época del colegio quizás ya quedó atrás –en la Fruta–, acá te dejamos algunas recomendaciones para seguir formándote sin que eso implique taaanto esfuerzo ni tiempo.

 

📚 Duolingo. La más fácil y de las más conocidas de todas. Es ese búho verde que te persigue hasta el cansancio una vez que te comprometiste a practicar con él algún idioma nuevo. Básicamente, el entrenador personal que cualquiera desearía para aprender —de forma interactiva y lúdica— italiano, inglés, alemán, francés o lo que quieras.

 

📚 Kahoot! No por andar jugando quiere decir que eres un niño. Primero, sácate ese chip; segundo, prueba esta plataforma que permite crear y disfrutar de juegos sobre temas que no veías desde el 5to año de bachillerato. Matemáticas, cambio climático, historia, idiomas… En fin, para pasar el rato no está mal.

 

📚 Scratch. Se define como la comunidad de código para niños más grande del mundo. Allí se pueden crear historias interactivas, animaciones y juegos para compartir, y además cuenta con una interfaz intuitiva y bloques de programación arrastrables. No queremos que tu chamo sea un potencial hacker ni nada por el estilo, pero si le ves interés por la programación y las computadoras, este es el propio.

 

📚 Coursera. Esta es más seriecita, pero es una de esas que crees que es muy buena para ser real. Ofrece una amplia variedad de cursos en línea de prestigiosas universidades e instituciones. También permite acceder a materiales de calidad, incluyendo videos, lecturas y evaluaciones, y ofrece certificados para algunos cursos de Marketing digital, programación, finanzas y demás. Te lo dijimos: muy bueno para ser real.

 

 

Ejemplo de amor profundo,

gran forjador de cariños

modelo para los niños, en su mundo de esperanza.

 

 

 

Desde ahora, este trago será mensual, pero con el mismo toque venezolano de siempre. ¡Nos vemos en marzo! 🍹 

 

Guarapita, un destilado de