• Guarapita
  • Posts
  • Me cayó un jean nevado: nunca des una moda por muerta ❄️

Me cayó un jean nevado: nunca des una moda por muerta ❄️

Viernes 9 de junio de 2023

[Fruta]

Un cabello pintado de azul es un motivo

👖 👠 😎

Cuando eres Viviana Gibelli, conversar sobre modas caprichosas se convierte en una exploración de capas geológicas que en cualquier momento pueden volver a quedar expuestas. Parafraseando a Britney Spears, Viviana es del tipo de personas que no solo sigue tendencias: las impone. “Cuando fui una de las conductoras de Complicidades (1986-1999), todo el mundo usaba nuestros copetes con bomba arriba, nuestras permanentes, la sombra azul en los ojos, las hombreras y los cinturones anchos. Todo el mundo nos veía en las mañanas”, rememora de una época sin Instagram la actriz, animadora, locutora y reina de belleza que alguna vez también osó cantar. En la telenovela Kaina (1995), combinó vestidos con botas Frazzani. Los buhoneros agotaron las existencias de sostenes de tiritas transparentes y sombreritos por culpa de su personaje Pamela Rey en El país de las mujeres (1998). Que a su vez, era una creación inspirada en el sitcom The Nanny (1993-1999), según ella.

 

¿Y a quién se quería parecer Viviana Gibelli cuando todavía no era famosa? Ella recuerda que, de chama, su referencia era Alex, la obrera siderúrgica que soñaba con convertirse en bailarina en la película Flashdance (1983). De esos fotogramas con ilusión de movimiento emergieron modas como los calentadores en las piernas y el suéter anchísimo que, como un descuido que también era una ilusión de inocencia, dejaba descubierto un hombro.

 

Si la moda se convirtiera en una persona, te diría como Thanos: “Soy inevitable”. Incluso cuando queremos pasar totalmente inadvertidos o no tenemos un dólar extra para ropa, estilismo o accesorios, nuestro cuerpo no deja de emitir mensajes como los avisos de Times Square.

 

“Nuestro modo de vestir denota indefectiblemente una toma de posición, tanto en un sentido de inclusión (a un grupo) como de exclusión o diferenciación frente a un referente establecido (como la familia). Como artefactos culturales, el vestuario y los diferentes elementos de decorado corporal se convierten en vehículos de expresión, símbolos de identidad y declaraciones de una preferencia estética. Nuestros cuerpos vestidos hablan y revelan una cantidad de información sin mediación de las palabras”, explica Claudia Fernández, una experta colombiana en la sociología del diseño, y la verdad es que casi ni necesitábamos que lo explicara.

 

La moda grita que necesitamos pertenecer a una comunidad que comparte símbolos y una cultura. Y al mismo, diferenciarnos dentro de ella. Estos procesos parecen ser extremos en la niñez y la adolescencia, cuando con frecuencia creamos vínculos que serán nuestro grupo de apoyo el resto de la vida.

Esos galanes

Pareciera que estamos hablando solo de moda femenina, pero ellos también tienen su lado coqueto. “Cuando me gradué de bachiller, me gustaba mucho ir a la moda”, cuenta el periodista Sergio Novelli. “Para ese momento, años 80, eran tendencia las corbatas delgadas y vestir unicolor. De toda mi promoción, fui el único que se atrevió a hacerlo: la corbata roja y todo de negro. La intención se logró. Todos los que nos graduamos nos parecíamos a lo que llevábamos puesto”, añade Sergio, que nos mandó una foto de prueba y también de la promoción. Iván Zambrano, comunicador y comediante openly gay, se recuerda como “un muchacho muy gallo que creció con la camisa metida siempre dentro del pantalón”. Recuerda que, quizás para ocultar su homosexualidad, empezó a usar zapatos de futbolito Nike Total 90, aunque no jugaba ni metras. Después se atrevió a salir a la calle con los collares blancos de pukas.

Mónica cumple 27 años en 2023 y de niña se consideraba “cero femenina” (por si hace falta decirlo: solo es una convención social). Como una extensión de su tez de porcelana y su cabello de azabache, cuenta que creció en un universo tan monocromático como el de Frankenweenie. Veía poca TV internacional en casa, pero se identificaba con la estética de la protagonista de My Life as Liz (2010-2011), solo que en una especie de versión adaptada en blanco y negro. “Usaba los botines Converse All Star de siempre, y los decoraba haciendo dibujos en la zona blanca, pero todo en color negro: no me gustaban los colores”, rememora.

 

Dayana tiene una edad similar, pero su cosmos era tan expansivo como colorido y elástico: “Podía ser rasta y emo al mismo tiempo”, asegura. Recuerda un imaginario infantil poblado por la trencita de Belinda, unos ganchitos de mariposa para el cabello que realmente parecían volar, los yuyitos, la laca con escarcha y los collares de tótem.

 

Patricia (35 años) atravesó una década de los 90 dominada por el corte (corto) de Ruddy Rodríguez en Niña bonita (1988), que dejó un impacto en varias generaciones equivalente al del cráter de Chicxulub. Su historia tragicómica es que la agarró una tía sin experiencia alguna como peluquera y le dejó una pollina de bordes tan irregulares como la barba de una ballena. También recuerda haberse ido al liceo con una corbata sobre la chemise azul cuando Avril Lavigne estaba perdiendo el agarre. Además Patricia compraba un cuerito y hacía un collar con las lengüetas de las latas de refresco, en cuyo abecedario secreto se escondía la inicial (o hasta el nombre completo) del chamo que le gustaba del salón. Un juego que, al parecer, vuelve a estar de moda en la era de TikTok y Netflix, pero todo como más directo al grano.

 

Nada es realmente nuevo y quizás nada está realmente muerto: Teresa de la Parra ya era una especie de Niña bonita, aunque sin productos Kerastase. “La moda vuelve y se recicla, pero mejora porque se le incorporan otras cosas nuevas”, reflexiona Viviana Gibelli, creadora y seguidora de tendencias que se reaniman cual Frankestein, y agrega: “Cuando veo a mi hija con un crop top y unos pantalones cargo, le digo que eso mismo lo usaba su mamá cuando animaba La guerra de los sexos”. El mensaje de todo esto es que la compasión debe estar de moda cuando nos veamos en las fotos de otra época. Todo en ese momento tenía un sentido, todo nos hacía sentir fuertes, pertenecientes o diferentes. A veces la moda sí incomoda, pero siempre se acomoda.

 

[Caña clara]

Con discos como Divine, publicado en 1987, Jesús Enrique fue un pionero con su forma de cantar, sus temas de exploración queer y también con sus looks

 

Con su vocalización en falsete al estilo Farinelli, su melena desatada y una presencia andrógina que no dejaba indiferente a nadie, el cantante y showman Jesús Enrique Montero, simplemente Divine (Caracas, 1963), fue una presencia trasgresora en la pacata Venezuela de los años 80. Como también fue y sigue siendo un icono criollo de estilo, nos pusimos a hablar con él no tanto de música, sino de moda.

 

—Cuando comienza tu carrera artística, ¿cómo desarrollas tu concepto de imagen? ¿Es un proceso espontáneo o meditado?

—He vivido todas mis etapas como un niño. Todavía siento que tengo 20 años. Me tocó vivir en un país donde el machismo siempre ha existido y todavía me imagino que existe, pero yo luché contra todo eso sin necesidad de luchar, sino siendo yo mismo. Gracias a Dios nunca me vi tentado a meterme en drogas. Nunca fumé, nunca tomé licor. Llegaba a las discotecas a los 16 años y lo que tomaba era agua y Coca-Cola. Me vestía como me daba la gana en el momento y todavía lo sigo haciendo. Me he recatado un poco más, pero hay momentos en que necesito sacar una falda y momentos en que solo me maquillo un poquitico los ojos porque jamás me he estirado la cara ni me he operado. Lo más traumático que me ha pasado en la vida es tratar de entender el trauma de los demás: ¿por qué tú te enrollas con el hecho de que yo soy gay? Te enrollabas tú porque te daba rabia que yo fuera como era. Pero yo no he vivido traumas con mi imagen. Hago realmente lo que me place.

 

—¿Hay alguien en la actualidad que le parezca una referencia estética?

—Sinceramente solo hay uno que es un bello y es divino. La gente siempre me dice: ¡Ay, te pareces a él! Y yo digo: no, mi amor, él se parece a mí, porque yo tengo 40 años de carrera y este niño no. Harry Styles me encanta, porque me recuerda cuando yo me vestía así. Todavía a veces hago cosas como esas. Para mí no hay ningún influencer en la moda en este momento, ni de un lado ni del otro. Detesto el reggaetón, detesto cómo se visten. Detesto sobre todo cómo se visten las mujeres del reggaetón, me parece la cosa más anti glam jamás vista.

 

—¿También tuviste tus modas locas cuando eras chamo?

—Bueno, imagínate las ligas que se sacaban de las compotas. Yo me las puse todas y llegó un momento en que después las pintaba con pintura de uñas. Desde chamo pinto, dibujo, corto pelo, maquillo, canto, bailo. He pasado por todo. Le hice las cosas que estaban de moda a mis hermanas y a las amigas de mis hermanas. Por ejemplo, los peinados de Farrah Fawcett. A mí mismo me hice permanente, me hice looks de cabello corto a los lados y la pollina larga encrespada. Faldas amplias, chaquetas amplias, sombreros y trenzas en el cabello como Boy George en los años 80. A finales de los años 70, el sastre de mi papá me hizo los trajes de John Travolta. Mi primer par de zapatos que me estrené, así que yo tenga conciencia, y que los elegí, fueron unas botas vaqueras de charol con piel de vaca a los 4 años. Y eran mis botas amadas con mi trajecito, que era un conjuntito de chaleco con pantaloncito y camisita y pajarita, pero con mis botas vaqueras de charol negro con piel de vaca.

 

—De algún modo fuiste un pionero en Venezuela con tu look. ¿Sientes que la moda masculina sigue siendo muy rígida?

—Desde hace unos cuantos años ya es realmente bastante ambigua. Creo que eso ya se ha superado un poco. Hoy en día el hombre usa ropa así bastante unisex. Esos patrones, ya se han roto.

 

—¿Alguna vez sientes tirria cuando ves fotos suyas con looks del pasado?

—Abrazo cada momento que he vivido, cada moda en su momento. Lo abrazo porque era la moda en ese momento. Ahora, no porque algo esté de moda siento que a mí me queda bien. Yo me veo en el espejo. Y yo digo: Dios mío, no estoy tan bien, pero bueno, por lo menos estoy presentable. Por supuesto, puedo decir: qué fastidio que me tomé aquella foto con aquel look. Pero me tocó y tuve que elegir en ese momento ese outfit, que era el que para mí era el correcto. Ahora, si yo hubiera tenido muchísimo dinero de sobra, y si hoy en día yo tuviera muchísimo, pero muchísimo dinero, te puedo jurar que me vestiría todos los días impecable. Pero impecable desde los interiores hasta la última punta del cabello y de los zapatos.

 

—¿Algún ritual antes de salir al escenario?

—Me gusta que todo esté en orden. Que mi cama siempre esté tendida, que mis sábanas estén limpias, que todo esté en orden y muy bello. Y ahí es cuando empiezo mi ritual, por lo menos 5 horas antes de irme al lugar donde voy a trabajar. Allí es donde yo me visto y no me gusta que nadie me vea antes de salir al escenario. Para nada. Solo las personas que trabajan conmigo, llámense músicos o asistentes. Nada de representantes. El único que se sabe representar soy yo. De resto todos han sido puros wannabe.

 

[Melao]

Caylin Miliani es influencer, creadora digital y pana de Arepita desde que se creó el budare. Nos envió por video este testimonio de su bautizo de fashion donde se juntan las malas influencias de Xtina, Britney, Victoria Beckham, Nacho y los yuyitos

 

Los años pasan y las modas también, pero eso no quiere decir que tengas que olvidar todo lo que te marcó cuando estabas más chamo. Le preguntamos a algunos amigos por aquellas prendas o tendencias que más recuerdan y esto fue lo que nos respondieron:

 

👖 David (28). Aquellos días de 2010 o por ahí fueron, por llamarlo de alguna manera, intensos. Entre las cosas que más se veían, hubo una que muchos admiraban sin encandilarse: los pantalones tubitos de colores llamativos. “Era como que todos querían tenerlo y, mientras más pegados, mejor. Algunos llegaban a usar una bolsa para meter el pie. Viéndolo ahora, era muy innecesario”.

 

🪙 Alexandra también anda por los 28. Se recuerda en una fase emo que más bien era tipo Kudai. Se ponía unos guantes de malla blanca que dejaban los deditos afuera (a.k.a. mitones). Pero en su efervescente etapa de desarrollo también cabían los zapatos con suelas iluminadas, las gargantillas negras, la trencita de lado de Lizzie McGuire, la minifalda con leggins abajo y los cinturones de moneditas sacudiéndose de Shakira. Siempre odió los zapatos Converse hasta que Floricienta apareció en su existencia.

 

💇‍♀️ Carmen (64). Sí, ya escuchaste toda la gente que se dejaba la pollina para parecerse a Sheryl y Rosmeri. Pero si te digo que antes simplemente la compraban, ¿me creerías? Carmen, de Maracaibo, recuerda las pelucas Cuchitas. “Nadie sabía si era cabello real o no, todas se parecían”. La más bella peluquita de quita y pon.

 

🎵 María (56). Hablando de pantalones, quizás esa es una de las prendas que cambian, y cambian, y vuelven a cambiar, hasta que nos vamos ajustando. María, obvio, siempre fue de ese grupo. Los Didijin que ahora menciona quizás no tienen mucha diferencia respecto a los que conocemos hoy en día, pero la cuña de los 90’ aún la canta como si la acabase de escuchar: Me muero por tenerlos, me muevo como quiero.

 

👠 Y la misma María continúa tumbando cédulas, pero equis. Otro recuerdo fresquito es el calzado Miss Power, unos taconazos que todas querían tener para parecerse a una Miss Venezuela de los pies a la cabeza. Pero sobre todo de los pies.

 

😎 Javier (32). Hasta hace no mucho, quién sabe, unos 15 o 20 años, había que era alérgica al sol y buscaba que el sol fuera alérgico a ellos. ¿Suena exagerado? No tanto: con solo usar uno de esos lentes polarizados de colores que vendían en cualquier semáforo era suficiente para quedar como un vidrio ahumado con piernas. “No es que fueran feos, de hecho todavía se usan. Solo que llamaban mucho la atención”, dice.

 

🐎 Carmela, periodista de espectáculos, ha vivido lo suficiente para recordar que no hubo un icono de moda comparable a Hilda Carrero (QEPD) en Las Amazonas (1985). “Marcó a todas las jóvenes de la época. Incluyéndome. Como el personaje provenía de una familia adinerada y dueña de caballos, ella vestía elegante, con sombreros y botas. Muy al estilo de la realeza practicando polo. Aunque sus hermanas (Corina Azopardo y Alba Roversi) también iban por ese estilo, fue Hilda la que se convirtió en la influencer de la época para las mujeres. No solo las que iban acorde con la edad del personaje (25-30 años) sino también más jóvenes y las ejecutivas. Puso de moda las botas altas y la melena ondulada a la Farrah Fawcett”.

 

“Esta mañana desperté

con tu camisa puesta,

las uñas rojas

y una maraña de ideas

(y de cabello) en la cabeza.

Son kilómetros los que nos separan

y es la luna que se despide

para visitarte en tu casa.

La misma luna, en otro tiempo.

Y yo estoy aquí, con una camisa

que desconozco

pero que contiene tu aroma

y tus sueños.

Poco a poco descubro tu historia

a través de la tela,

a través de su forma.

Tu camisa tiene memoria.

Tiene besos y en las mangas

se han quedado tus brazos,

esos que abrazan mis miedos.

Gabriela Porras,

Guarapita, un destilado de
Arepita