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Benditos los cortos, de ellos será el reino de los largos 🎬

Viernes 7 de julio de 2023

[Fruta]

El tamaño no importa… ¿o sí?

 

🎬 🍿 🥤 🎥

 

Sinopsis: el domingo 9 de julio comienza la edición 19 del Festival del Cine Venezolano de Mérida. Casi siempre en los medios se habla del concurso de largometrajes, pero no de los cortos. En 2023 compiten 9 cortos documentales y 39 de ficción. Agarrar cuatro directores de cortos al azar, pueden ser los cuatro primeros que estén pendientes y contesten los mensajes directos en su Instagram. Sin enrollarse mucho. De repente salen cuatro historias que sean representativas de todo el conjunto. Preguntarles cosas tipo: ¿de qué ciudad eres? ¿Tienes alguna formación académica o como vaya viniendo le vamos dando? ¿De verdad pretendes ganarte la vida con esto? ¿Qué sentido tiene hacer un corto con formato profesional cuando hay un milón de personas bailando en TikTok? ¿Un corto es una escuelita para hacer series y películas o puede ser un fin digno en sí mismo?

 

Escena 1.1: fragmentos del corto documental Maracaibo: Tierra de Campeones de la directora María José Aular. Salen unas atletas discapacitadas maracuchas entrenando para los Juegos Paralímpicos Tokio 2021. Parece que la idea es que se vean poderosas, como unas verdaderas duras, no como unas chamas que despierten compasión, nada que ver. Las tomas de entrenamiento al parecer se grabaron al atardecer, pues no pega tanto el solazo.

 

“Mis videos musicales los he hecho con teléfono celular”, escribe María José por WhatsApp, y pone un emoji de penita (😳), pero luego sale un poco del caparazón cuando le dices que el resultado igual es genial (su canal de YouTube). “Nunca he estado ni siquiera cerca de tener una cámara profesional de alta gama”, admite la que fue codirectora de la película Ámbar: El color de una familia perfecta(2018) y profe de artes audiovisuales en la universidad Católica Cecilio Acosta de Maracaibo. “Pero trabajar con celulares no me ha limitado. Hacer cine es muy complejo en términos económicos. Pero hay una necesidad de expresarte que va más allá de los requerimientos comerciales. Con lo que tenga a la mano, con eso trabajo”. En sus voices de WhatsApp se oye, de fondo, un sonido que parece más de ventilador que de aire acondisoplado.

 

“No veo el corto como una escuela para hacer largos”, dice María José, aunque admite que está recaudando dinero para hacer su ópera prima. La historia se la reserva, quizás como parte de esas cábalas que suelen tener los cineastas (y muchos otros humanos): un largometraje del que adelantas mucha información puede ser un largometraje que no se haga nunca. “Todo depende de la naturaleza de la idea. Hay ideas que te dicen: hazme en dos o tres minutos. Otras ideas te dicen: requiero más tiempo para ser contada. Puedes hacer lo que quieras. Allí tienes a David Lynch, es un cineasta con largos de fama mundial y siempre siguió haciendo cortos. Llevo cuentas de redes sociales para las que hago contenido audiovisual. Todavía no me dedico full time a dirigir mis propias obras como tal. Pero yo no me veo haciendo otra cosa que no sea dirigiendo, escribiendo, produciendo y editando. No soy de esas personas puristas que dicen: todo el que hace un video tiene que formarse en una escuela de cine. La competencia es feroz, pero eso no tiene que limitarte. Siempre va a haber al menos una persona o un segmento de personas que van a formar tu audiencia. Con Maracaibo: Tierra de Campeones, que es un corto institucional, lo que quería precisamente era mostrar la constancia y la dedicación”.

 

Escena 2.1: fragmentos de corto categoría “haré tu cabeza estallar”, del director Álvaro Aldana Correia. El corto se llama 404, por favor no escribir 4.40 como el grupo de merengue. Vemos a un pana rodeado de computadoras viejas y libros que raya con marcador grueso. Al parecer está obsesionado con el significado de una de sus propias pesadillas. La respuesta parece que se la da la inteligencia artificial, pero ya sabes: mosca con esas cosas que se gobiernan solas.

 

Es de esas personas a las que escribes un WhatsApp a las 4:00 de la mañana y te responden de inmediato. “Me considero adicto de la información. Estar demasiado tiempo metido en Internet me afectó”, reconoce Álvaro Aldana Correia (29), alias Alvalú, dispuesto a retar todas las convenciones y prejuicios que tengas tú. Nació en Portuguesa, pero lleva muchos años en Mérida, donde se forma en —probablemente— el principal depósito de información cinematográfica del país: la Escuela de Medios Audiovisuales de la ULA.

 

Lo que hago está muy influido por esta generación que creció en los años 2000 siendo tecnoptimista, pero que poco a poco se fue dando cuenta de que esta tecnología tan apabullante traía cosas espectaculares y otras no tanto, como la adicción a las redes sociales y el adormecimiento del entretenimiento masivo”, explica. Álvaro se declara rendido ante la ciencia ficción, películas como The Matrix y libros como los de Isaac Asimov: “Me interesa explorar cómo nos afecta la tecnología y qué es lo que viene para nosotros en el futuro”.

 

En algún momento de su vida se dedicó a ser tatuador. “También pinto, diseño y he escrito como aficionado desde que tengo uso de razón. Un tema que me gusta mucho es el de enfrentar un poder superior a ti, al que jamás le podrás ganar. Y eso es una metáfora de la muerte, que también es un tipo de poder superior. La gracia no está en derrotar o vencer a ese poder, porque es imposible, sino en el hecho de enfrentarlo. Recibirlo de frente con carácter y con valentía, nunca con debilidad. Los cortos son un trampolín. Quiero dejar bien plasmada una obra con un sello para saltar al largo. En esta industria te ganas la vida con eso. Pero no dejo que esa ambición abarque completamente mis ganas de hacer cine. Disfruto mucho el simple hecho de crear y expresar algo, y que ese algo me exprese a mí. Esos ambientes mentales que solo uno conoce. Habrá proyectos más interesantes y complejos, pero tampoco dejo que me quiten el sueño en exceso”.

 

Como un cuento, pero caro

 

Escena intercalada. Meter por allí en alguna parte del guion las palabras de uno de esos señores que sabe, un teórico, un profesor, un crítico, esos que ven la cosa más desde afuera. Llámate al agente 007: con ustedes, Luis Bond.

 

“Tal cual como dices: el corto es como un cuento literario y el largo vendría siendo como una novela. Y bueno, parafraseando a Cortázar, se supone que la novela tiene que ganar a lo largo de los rounds, mientras que el cuento gana por nocaut. El corto debe tener necesariamente un alto impacto. Un corto tiene exactamente el mismo esquema de producción que una película larga. Y lo puedes rodar en un fin de semana. El problema radica en la distribución y en cómo recuperar la plata”.

 

“Con un largometraje inviertes mucha plata o poca plata, pero sabes que puedes recuperar algo en salas de cine, en Netflix, etcétera. Con el corto lo que ocurre es que no es rentable. Tú puedes meter tu corto en múltiples festivales, puedes ganar muchos premios y eso te va a servir desde currículo hasta para ponerte en contacto con las personas que son en la industria. A lo mejor conseguiste un súper productor. Pero él te va a decir: vamos a echarle pichón con el largo”.

 

“Yo creo que la regla dorada con el corto es: menos es más. En mi experiencia como docente en 15 años hablando de dirección y guion en universidades, me he conseguido muy, muy buenas ideas, pero que no eran para formato corto. Al final te queda un Frankenstein rarísimo. Los mejores cortos son cero ambiciosos”. 

 

Escena 3.1: Como de costumbre es una bocanada de aire fresco andino, un reencuentro con el cine de ritmo sereno, el de siempre. Corto de ficción de Endika López. Una chica al parecer regresa a Mérida después de emigrar y fallar en el intento. Todo eso aparentemente tan pueblerino que dejó atrás, y a lo que ahora regresa, le huele a fracaso y retroceso. Un cubo mágico sin resolver representa ese rompecabezas afectivo del pasado que no es capaz de volver a armar.

 

Endika es un nombre masculino. Viene del vasco y al parecer significa “el jefe del pueblo”. Sin embargo, Endika López parece un alma vulnerable y se refugia en la palabra escrita, que siempre es más precisa que un voice cuando quieres dejar un mensaje irrevocable. “Con Como de costumbre quise probarme en una narrativa más convencional. Damien Chazelle es mi director favorito, es el que me enamoró del cine. Chazelle para mí es muy especial porque una de sus películas (La La Land) fue la primera película que me hizo conectar realmente con lo que estaba viendo. sin Chazelle y sin La La Land yo no estaría haciendo pelis”, escribe el también estudiante de la Escuela de Medios Audiovisuales de la ULA en Mérida. En su canal de YouTube está plasmado algo de ese amor incondicional.

 

Como de costumbre expresa cómo me sentía con uno de mis mejores amigos, que se había ido de Mérida para volver a su ciudad natal. También es un poco el final que me hubiese gustado que tuviera su historia: la aceptación de su pasado y a la vez entender que ahí no está su lugar en el mundo. Las historias tienen eso de lo que carece la vida: un sentido. La vida es un montón de historias inconclusas, y cuando vemos una película, en cierto modo sentimos que hay un propósito para todo lo malo”.

 

“Me visualizo haciendo pelis. Yo soy estudiante de medios audiovisuales, y quisiera enfocar mi carrera en el cine. No me molestaría para nada dedicarme a hacer publicidad, videoclips, etc. pero lo que realmente me encantaría es hacer cine. Hay muchísima competencia y eso representa muchas oportunidades de empleo, pero a la vez parece ser una industria caníbal en la que actualmente casi ningún proyecto recibe atención por la cantidad de otros proyectos disponibles. Nos encontramos en una etapa de transición, y eso puede ser positivo. Yo veo posible vivir del cine. No tengo una ambición real de hacer megapelículas y ser famoso. Evidentemente me gustaría, porque al final la fama es reconocimiento. Pero estaría contento con recibir un ingreso de hacer películas aunque sean pequeñas. Voy a seguir haciendo cine, sea como sea. No sabría muy bien explicar por qué, pero me siento tan vivo y siento tantas emociones cuando veo una película, que una parte de mí cree que hay casi una responsabilidad por transmitir un pedacito de eso al resto del mundo”.

 

Escena 4.1: gracias a la magia del cine, con dibujos animados (la imaginación es tu aliada cuando no cuentas con los efectos especiales de Marvel o DC), en Súper Poderoso de Sebastián Marcano Olivier tenemos la vista de pájaro de un superhéroe que vuela sobre una urbanización mayamera tan planificada como maqueta de colegio. Al final resulta ser un superhéroe más bien de cartón. Sus músculos son puro relleno, le cuesta ponerse las botas de hule —en parte porque lleva un recordatorio de un pasado incómodo fijado en uno de sus tobillos—, pero su superpoder está en el corazón: es un padre que sufre.

 

Representa ese cineasta venezolano que nunca puede quedar por fuera en 2023: el que precisamente está afuera, graba películas en locaciones que no son Venezuela y probablemente con actores que tendrán acento mexicano o argentino. Sebastián Marcano Olivier tiene 36 años y se formó como comunicador en la universidad Arturo Michelena de Valencia, pero en el disco duro de su cabeza hay dos años de estudios de Filosofía en la UCV. Emigró a Miami y actualmente trabaja en una empresa audiovisual (Warner Bros Discovery), aunque no dirigiendo sino haciendo media planning, es decir, la planificación de la operación de un medio de comunicación. “Cuando me viene la musa del arte y tengo tiempo, la desarrollo. En este momento no soy creador de cine full time. Eso sí, cuando se me viene una idea, casi siempre la concluyo”.

 

“Mi relación con mi papá es uno de mis grandes issues personales, por eso la metáfora del superhéroe. Soy muy empático con otras personas y quiero denunciar con mi cine las injusticias que se cometen contra las minorías”, explica quien también tiene un corto sobre la tolerancia hacia la comunidad LGBTIQ+: Don’t Say Butterfly. “Con los cortometrajes ya cumplí un ciclo. Estoy claro en que un corto es como una tarjeta de presentación: el que no conoce tu trabajo, ve tu corto. Uno siempre piensa en ganar un premio grande. Pero antes lo veía más por el lado del ego. La gente te dice: ‘Tienes que conseguir un Oscar’. Pero en realidad mi meta actual en sí es dedicar 100% de mi tiempo a crear. Porque mi trabajo actual es más bien en la parte operacional. Estoy enfocado en escribir mi primera película”.

 

Nota: también ser reserva el tema, ya sabes, es pavoso adelantar mucho. El tamaño no importa, pero parece que sí: los sueños tienen una duración variable, pero suelen extenderse más de unos pocos minutos.

 

[Caña clara]

Episodio II: exjuez guaro se casa con el cine

El invalorable testimonio de las hermanas Maria Isabel y Elvia Rovati (QEPD para ambas) sobre cómo era ir al cine en Yaritagua (Yaracuy) se pudo grabar justo antes de que llegara la pandemia

Escena: con lo poco que le queda de batería de celular en medio de un apagón, señor guaro graba mensajes de voz de madrugada que ilustran situación de un creador audiovisual en el estado Lara. Elmer Zambrano (Barquisimeto, 1978), de profesión abogado, llega a ser juez suplente en un tribunal de violencia contra la mujer, antes de dejarlo todo y dedicarse de lleno a su gran pasión: agarrar una cámara y contar historias. En junio de 2023 gana premio en Valencia por su cortometraje El cine en Yaritagua, en el que dos señoras ya fallecidas recuerdan la experiencia del espectáculo cinematográfico de hace como un siglo en pequeña población todavía más perdida en el mapa de Yaracuy.

 
Sobre cómo un ser humano se convierte en director de cine: “En el año 2007 yo trabajaba en los tribunales en Barquisimeto y me sentía un poco abrumado con el trabajo. Quería hacer una actividad que realmente me gustara y elegí fotografía. De un lado me mandaban para otro y terminé en el CIECA, un instituto de acá. Allí me dijeron: ‘Mira, nosotros no tenemos taller de fotografía como tal, pero damos un módulo de fotografía dentro de un taller de cine’. Y yo: ‘¿¿¿Cine??? ¿¿¿Ah??? Interesante’. Yo me enamoré del cine tal como si fuera una mujer. Esto es lo que quiero hacer el resto de mi vida. Y he sido fiel”.

 

Sobre sus principales influencias: “He visto muchísimas películas de todas partes, pero me gusta mucho el cine italiano, de las películas que tengan contenido social, romántico y de comedia. Este tipo de películas como Cinema Paradiso y La vida es bella te podría decir que son dos referencias que siempre tengo presentes y que algún día me gustaría llegar a hacer algo en esa misma línea. Del cine venezolano, en el documental admiro el trabajo de Carlos Oteyza, que también ha hecho cine de ficción”.

 

Sobre por qué alguien hace un cortometraje de dos señoras que iban al cine en Yaritagua un día sí y el otro también: “Te confieso que en esta profesión hay ciertas cosas místicas. A veces uno no busca el tema, sino que el tema te busca a ti. El hijo de una de estas dos señoras ya fallecidas que aparecen en mi documental, que como pudiste apreciar son de origen italiano, escribe sobre cine y yo tenía algunos de sus libros, titulados Las películas que debe conocer: se llama Nelson Cordido Rovati. Como lo dices en tu pregunta, el cine también es un hecho social. La necesidad mía de investigar y de curiosear me llevó a documentar cómo era ir al cine en esa época, como se disfrutaba, cómo se vivía, por qué la gente iba al cine. Ahora todos los cines se concentran en los malls, pero antes había salas en todos los municipios. De hecho, aquí en Barquisimeto, la Cinemateca no funciona desde hace unos cuantos años. Lo mismo te podrían contar en Falcón o Nueva Esparta. Aunque estamos en el mismo país, no conocemos nuestras realidades”.

 

Sobre las dificultades para ser cineasta en Barquisimeto: “Tú puedes hacer cine hasta con un celular. Pero precisamente cuando vas a editar, te das cuenta de la diferencia en la calidad de la imagen y los detalles. Las cosas a veces se ponen apretadas. Después de tener tres cámaras, actualmente me quedé solo con una. Estoy sin vehículo, generalmente ando en moto. No naciste con ruedas, pero el vehículo te facilita transportar los equipos y el personal mínimo, así como contar con un mínimo de seguridad. Pero al final cuando tienes el resultado es que dices: valió la pena el esfuerzo. Esto me hace tan feliz y me gusta tanto, que pareciera que a veces la gente se aprovecha. Dicen: ‘Este es capaz de hacerme este trabajo gratis porque le gusta’. Y seguramente es así, pero todos necesitamos el dinero para subsistir. No me preguntaste, pero hoy hay que hacer uso de las redes sociales. Te restan tiempo, pero hay que prepararse, hay que manejar el lenguaje y la identidad gráfica de cada una de las redes sociales. Tú terminas aprendiendo de todo en este medio. Por eso cuando salimos al exterior sienten que estamos más preparados que el promedio. Quizás porque uno frentea y guerrea, y lo que uno no sabe, lo investiga y lo aprende”.

 

Acerca de si un cortometraje es poquita cosa al lado de una película o una serie: “Tengo la premisa, desde hace muchos años, de que es mejor hacer un buen cortometraje que un mal largometraje. Si tú tienes un buen guion, si tienes el dinero suficiente solo para hacer un corto, pues hazlo. Te sirve como práctica, pero también te cuenta una historia que puede ser tan buena y tan contundente como en un largo. Hay muchas películas largas que a veces las vemos y sentimos: “Mira, esto es un corto estirado”. Es decir, una idea que tú la ves y como corto quizás pudo funcionar, pero como película se dispersa y se hace eterna. El corto no tiene nada que envidiarle a nadie, ni es la hermana menor, ni la prima, ni nada de eso. Si nos ponemos a ver, también hay películas que están conformadas por varios cortos, ya eso no es ninguna novedad. Por decir una: París, yo te amo.

 

[Melao]

Episodio III: cortos que no se cortan

 

Sinopsis: en esta sección se hablará de cortos venezolanos que podamos considerar emblemáticos y que los lectores de Guarapita puedan ver el fin de semana. Por corto se entiende todo lo que dure menos de 30 minutos, y hay cortos desde que hay cine venezolano (126 años de historia contados aquí y aquí). Favor recordar cosas que en su momento la pegan por el techo como La ciudad que nos ve (1967), pero mejor dejar la palabra a los invitados.
 

🍿 Cédula ciudadano (2000) es del director Diego Velasco, que luego hizo pelis como La hora cero (2000). Es conmovedor repasar las dificultades para sacar una cédula de identidad de hace 23 años, y compararlas con las de ahora. Participación especial y antológica de Benjamín Rausseo (Er Conde), mucho antes de que se metiera en política. Lo recomienda: Elmer Zambrano.

 

🍿 Todo recto (2006) fue codirigido en España por Claudia Pinto, la autora de La distancia más larga (2015). Refleja el martilleo del maltrato psicológico como uno de los múltiples disfraces de la violencia de género y lo ponemos aquí en sustitución de El silencio de los sapos (2006), que creemos que es “un corto de Claudia Pinto cuyo nombre no recuerdo 😭” al que se refiere nuestra invitada María José Aular, pero del que solo conseguimos un tráiler en YouTube.

 

🍿 900 Pánico (2004) lo hizo Hernán Jabes, el mismo director de la reciente adaptación al cine de la obra literaria Jezabel (2022), y retrata una realidad que tampoco ha cambiado prácticamente nunca: la inutilidad de todo servicio telefónico de emergencia en Venezuela. Lo recomienda: Luis Bond.

 

🍿 Los elefantes nunca olvidan (2004) es un adelanto de la obra que luego desarrolló Lorenzo Vigas, único director venezolano que ha ganado el León de Oro del Festival de Venecia con Desde allá (2015). Ausencia paterna y violencia adolescente son dos de los ingredientes clave del manjar breve que recomienda Sebastián Marcano Olivier

 
Para no convertir esto en un largo, decirle a la gente que trate de ver o buscar estas otras recomendaciones: Karada (2022) de Oscar Lopera; La librería (2006) de Hernán Jabes; Tarde de machos(2002) de Carlos Caridad Montero; ¿Quién quiere Tuki? (2013) de Mostro Contenidos; FANTasmo (2009) de Jonás Romero García; El astronauta(2020) de Manuel Trotta Gamus; y Jesús TV (2009) de Gastón Goldmann y Héctor Orbegoso.

 

"¿Cuál va a ser la solución entonces?

¿Armarme hasta los dientes?

¿Comprar una pistola, Katiuska?

¿Poner rejas eléctricas alrededor de mi casa?

¿Contratar un guardaespaldas?

No tengo dinero, vale.

No tengo dinero, no tengo.

Para hacer ni una cosa ni la otra.

Entonces que se vaya todo a la mierda.

Yo me voy para el carajo.

Yo no quiero tener más miedo, vale".

 

 Diálogo de 900 Pánico (2004),

uno de nuestros cortos de vida larga 

 

Guarapita, un destilado de
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